8/04/2006

Elegías de Duino -Rainer María Rilke-

Primera Elegía (fragmentos)

¿Quién, si gritara yo, me oiría entre los coros
de los ángeles? Y suponiendo que me tomara
uno de repente hacia su corazón, me fundiría con su
más potente existir. Pues lo bello no es nada
más que el comienzo de lo terrible, que todavía apenas soportamos,
y si lo admiramos tanto, es porque, sereno, desdeña
destrozarnos. Todo ángel es terrible.

…Ah, y la noche, la noche, cuando el viento lleno de universo
se apacienta en nuestro rostro, ¿para quién no se quedaría ella, la deseada,
suavemente desilusionadora, que para el corazón solitario
es tan penosamente inminente? ¿Es más leve para los enamorados?

…¿Aún no lo sabes? Echa desde tus brazos el vacío
hacia los espacios que respiramos, quizá para que los pájaros
sientan el aire ensanchado con vuelo más íntimo.

…Sí, las primaveras te necesitaban. Requerían
algunas estrellas que las percibieras. Se alzaba
una ola hacia ti desde el pasado, o cuando
pasabas ante la ventana abierta,
se entregaba un violín. Todo esto era misión.

…Cierto que es raro, no habitar más la tierra,
no usar ya las costumbres apenas aprendidas,
y a las rosas y a otras cosas a su manera prometedoras,
no dar el significado de porvenir humano;
no ser ya lo que se fue en manos de infinita angustia
y abandonar hasta el propio nombre
como un juguete destrozado.
Extraño, no seguir deseando los deseos. Extraño,
ver que todo lo que se ligaba aletea tan suelto
por el espacio. Y el estar muerto es trabajoso
y lleno de repaso, hasta que poco a poco
se rastrea algo de eternidad. –Pero los vivos cometen
todos el error de distinguir demasiado fuerte.
Los ángeles (se dice) no sabrían a menudo si andan
entre vivos o muertos. El eterno torrente
Arrastra siempre todas las épocas consigo…

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