9/01/2005

EL PINTOR DE CIELOS

El Pintor de Cielos es un relato que escribí hace tiempo y que salió publicado en la revista de creación literaria "Prima Littera".
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****EL PINTOR DE CIELOS***
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Le conocí en un pequeño pueblo del norte de España. Yo estaba de paso y entré a tomar café en un bar del puerto. Estaba sentado en la barra, junto a una ventana, y contemplaba el paisaje con ojos tristes.
-Hola; buenos días -le dije, después de pedir un café-, parece que hoy el cielo está gris.
El hombre se volvió y me miró.
-Sí. Yo lo pinto todos los días -respondió-. Hoy no me ha quedado bien.
Miré sus manos. Efectivamente estaban manchadas de pintura, como las de cualquier pintor. Pensé que el pobre hombre estaba un poco loco.
-¿Sabe? -continuó- Yo me levanto cada mañana y pinto el cielo para ella. Algunas veces me sale bien. Entonces yo sé que esa mañana se despertará, saldrá a la calle y verá mi amanecer, con todos esos matices de rojo, azul y violeta, mezclados con el blanco de las nubes. Me la imagino respirando el aire limpio, llenándose los ojos con mi cielo y pensando que va a ser un día maravilloso. Entonces soy feliz. Pero otros días todo me sale mal: pintar el cielo es muy difícil, cambia constantemente. No puede figurarse usted lo que puede cambiar el cielo en un segundo. A veces se me mezclan los colores. Se ensucian. Me pongo nervioso y todo sale mal.
-Ya veo -dije, con una sonrisa contenida, mientras le observaba, y luego continué-. Bueno, ¿y porqué cuando le sale mal no lo borra todo y lo pinta de nuevo?
-No me da tiempo -el hombre me miró como si le hubiera preguntado por algo evidente-. Todo tiene que estar terminado para cuando ella se despierta. Algunas veces me pilla a punto de acabar, cuando se asoma a la ventana nada más levantarse. No -dijo, sacudiendo la cabeza-. Nadie es capaz de pintar el cielo dos veces en tan poco tiempo.
El pintor de cielos miró al horizonte y yo lo hice también. Había comenzado a llover y sobre el mar se agitaban unos inmensos nubarrones grises.
-Bueno –dije, mientras hacía un gesto al camarero-. Tal vez mañana le salga a usted mejor.
El hombre me miró con expresión triste y respondió:
-No creo que vuelva a pintarlo nunca más: ella se está muriendo.
Continué mi viaje, y desde entonces, cada mañana miro al cielo. Hace ya quince días que no ha salido el sol y el mundo cada vez se ve más triste.

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